I. CARACTERÍSTICAS DE LAS NUEVAS
GENERACIONES DE ADOLESCENTES
-Pilar Sordo-
Esta generación tiene varias características que es necesario
profundizar para desde ahí entender el comportamiento femenino y
masculino de los adultos jóvenes, de los adolescentes y de los niños de
este tiempo.
Si usted es adulto, y por adulto voy a entender a mayores de 35
años, tendrá que recordar algunos antecedentes de su generación que
son relevantes para saber qué mundo le hemos entregado a las futuras
generaciones. Si usted tiene menos edad que eso, le contaré en forma
muy breve cómo era la vida en aquellos tiempos:
Para ver televisión había que esperar hasta las cuatro de la
tarde, verla en blanco y negro y, si yo quería cambiar un canal de
televisión, tenía que levantarme de la cama, las opciones eran no más
de tres y si no me levantaba a apagarla, ésta quedaba prendida toda la
noche, pero sin que dieran programa alguno, sólo se sentía el ruido o
quedaba la pantalla en blanco y negro. Con el fin de encontrar una
nueva cara del Combate Naval de Iquique, tenía que empezar a buscar
recortables en quioscos por lo menos con diez días de anticipación.
Cuando niña llevábamos los zapatos a la reparadora de calzado, íbamos
a la modista y los créditos casi no existían, por lo que la única manera
de adquirir algún producto era ahorrando. Las parejas no se casaban
con todo lo que necesitaban y daban inicio a una vida compartida con
un sinnúmero de desafíos por cumplir.
Ustedes me dirán qué tiene que ver esto con el desarrollo de los
adolescentes y de los adultos jóvenes; pues mucho, porque eso formó
una generación basada en el esfuerzo, en el concepto de espera, en la
paciencia. En realidad es una generación basada en el rigor, pero que
siente —y la anterior a ésta con mayor razón— que sufrió mucho
producto de la rigidez con la que fue educada. Esto ha llevado a que
inconscientemente, o tal vez no tan inconscientemente, intentaran
facilitarle la vida a sus hijos. A esto, claro, no podemos dejar de sumar 71
una serie de innumerables cambios culturales, entre los que se cuenta
internet y la existencia del crédito masivo. La impaciencia gobierna la
existencia de nuestros niños.
Si bien la ley que más tiende a aplicar el ser humano es la del
menor esfuerzo, es asunto de mayor importancia el que esta ley rija con
propiedad y esplendor a las nuevas generaciones, y todo esto gracias al
gobierno, como dije, de la impaciencia. A esto es fácil sumar una más
escasa tolerancia a la frustración, el creer que la felicidad viene dada
por criterios externos, niños y adolescentes que no saben aburrirse, a
los que hay que entretener como si eso fuera un deber adulto. A la
impaciencia le hace el peso la flojera o la lata que también los gobierna
desde que amanecen hasta que se acuestan.
No quieren esperar, lo quieren todo y de inmediato, se aburren
pronto y necesitan cambiar rápido de objetivo porque de otra manera no
les interesa seguir esforzándose. A esto hay que agregar que los padres
nos sentimos culpables de no estar todo el tiempo que quisiéramos o
que deberíamos con ellos, por lo que los gratificamos en demasía.
Les estamos haciendo la vida demasiado fácil y, por si fuera
poco, el sistema social no nos ayuda en nada, todo es veloz, fácil y
aparentemente los mejores resultados se obtienen sin esfuerzo, no hay
para qué esperar si por una cómoda cuota puedo obtener el producto
que quiero, en Google puedo obtener la información que necesito. Por lo
que he dicho hasta aquí y por todo lo que rodea a esta generación, la he
llamado GENERACIÓN ON-OFF: todo lo prenden y todo lo apagan y
esperan que el mundo funcione igual. Esto genera que las relaciones
afectivas que establecen sean rápidas, intensas en todo sentido y
desechables como todo lo que les rodea.
Estas características podrían hacer pensar que tengo una visión
muy negativa de los adolescentes pero, la verdad, no es así; siento que
es una generación muy verdadera, pero confundida, sin ídolos o
modelos a quienes seguir. Sin embargo en realidad el problema no lo
tienen ellos sino que nosotros los adultos, ya que les hemos ido
entregando un mundo que ellos no quieren copiar.
Ellos no quieren crecer y lo dicen todo el tiempo. No quieren
copiar a una generación que, dicho por ellos mismos, no hace nada
importante, sólo cosas urgentes; que anda enojada todo el tiempo; que
olvidó los ideales; que trabaja todo el día y que no sabe por qué; los 72
adolescentes expresan que ellos jamás pidieron ese esfuerzo y que
sienten que ese cansancio y ese esfuerzo se los cobran sus padres todo
el día. Al leer esto lo que plantean, no dan ganas de parecerse a algo
así, ¿no es cierto? Por eso digo que el problema es nuestro, no de ellos.
A lo anterior debemos sumar el hecho de que los padres de estos
adolescentes recibieron el mensaje de que DEBÍAN SER AMIGOS DE SUS
HIJOS y esto se entendió, al parecer, como dejar de ser autoridad, no
colocar límites, sólo ser amigos, contar con su confianza. Aquí se
origina uno de los errores, a mi juicio, que ha llevado a muchos de los
problemas que hoy tienen los jóvenes: LA FALTA DE AUTORIDAD Y DE
LÍMITES. No sólo los niños, también los adolescentes necesitan reglas
claras, horarios y un encuadre que les permita distinguir los límites
sobre lo que deben o no deben hacer.
Como les conté al comenzar esta segunda parte, participé de una
gran cantidad de actividades de adolescentes, incluso me disfracé para
incursionar en el mundo "carretero" de la juventud, y fui como una más
a casi todas las discoteques de Viña del Mar, Valparaíso y Santiago.
Luego de observar y hacer los análisis correspondientes a mi
investigación, me dedicaba a transportar a estos niños a sus casas. Al
momento de trasladarlos pude comprobar que a los que llevaba, y no en
las mejores condiciones, eran los bacanes del grupo, aquellos en
quienes sus papas "confiaban" tanto que no era necesario ir por ellos.
Lo que resulta contradictorio es que estos mismos niños no sentían que
sus padres se preocuparan por ellos y manifestaban envidias por los
niños cuyos papas estaban parados afuera a la espera y desde
temprano. Seguramente estos niños se deben enojar con sus padres por
la insistencia, pero sin duda alguna en unos años más se lo
agradecerán. Urge perderle el miedo al conflicto, pues por evitarlo
estamos teniendo más y peores conflictos de los que deberíamos.
Evitar el conflicto responde a otro fenómeno cultural y masivo
que tiene que ver con la evitación del dolor: hacemos todo lo posible
para no sufrir o para que el sufrimiento sea lo más breve o leve posible;
por esto evitamos tocar temas complicados, evitamos sancionar, los
castigos raramente llegan al final y nuestra consecuencia frente a las
reglas deja mucho que desear.
Nos hemos ido retirando del frente que implica ser autoridad
para nuestros hijos, se nos olvidó ser autoridad. Se nos olvidó que como 73
padres nuestra función primordial es educar a nuestros hijos. Puedo y
GENERACIONES DE ADOLESCENTES
-Pilar Sordo-
Esta generación tiene varias características que es necesario
profundizar para desde ahí entender el comportamiento femenino y
masculino de los adultos jóvenes, de los adolescentes y de los niños de
este tiempo.
Si usted es adulto, y por adulto voy a entender a mayores de 35
años, tendrá que recordar algunos antecedentes de su generación que
son relevantes para saber qué mundo le hemos entregado a las futuras
generaciones. Si usted tiene menos edad que eso, le contaré en forma
muy breve cómo era la vida en aquellos tiempos:
Para ver televisión había que esperar hasta las cuatro de la
tarde, verla en blanco y negro y, si yo quería cambiar un canal de
televisión, tenía que levantarme de la cama, las opciones eran no más
de tres y si no me levantaba a apagarla, ésta quedaba prendida toda la
noche, pero sin que dieran programa alguno, sólo se sentía el ruido o
quedaba la pantalla en blanco y negro. Con el fin de encontrar una
nueva cara del Combate Naval de Iquique, tenía que empezar a buscar
recortables en quioscos por lo menos con diez días de anticipación.
Cuando niña llevábamos los zapatos a la reparadora de calzado, íbamos
a la modista y los créditos casi no existían, por lo que la única manera
de adquirir algún producto era ahorrando. Las parejas no se casaban
con todo lo que necesitaban y daban inicio a una vida compartida con
un sinnúmero de desafíos por cumplir.
Ustedes me dirán qué tiene que ver esto con el desarrollo de los
adolescentes y de los adultos jóvenes; pues mucho, porque eso formó
una generación basada en el esfuerzo, en el concepto de espera, en la
paciencia. En realidad es una generación basada en el rigor, pero que
siente —y la anterior a ésta con mayor razón— que sufrió mucho
producto de la rigidez con la que fue educada. Esto ha llevado a que
inconscientemente, o tal vez no tan inconscientemente, intentaran
facilitarle la vida a sus hijos. A esto, claro, no podemos dejar de sumar 71
una serie de innumerables cambios culturales, entre los que se cuenta
internet y la existencia del crédito masivo. La impaciencia gobierna la
existencia de nuestros niños.
Si bien la ley que más tiende a aplicar el ser humano es la del
menor esfuerzo, es asunto de mayor importancia el que esta ley rija con
propiedad y esplendor a las nuevas generaciones, y todo esto gracias al
gobierno, como dije, de la impaciencia. A esto es fácil sumar una más
escasa tolerancia a la frustración, el creer que la felicidad viene dada
por criterios externos, niños y adolescentes que no saben aburrirse, a
los que hay que entretener como si eso fuera un deber adulto. A la
impaciencia le hace el peso la flojera o la lata que también los gobierna
desde que amanecen hasta que se acuestan.
No quieren esperar, lo quieren todo y de inmediato, se aburren
pronto y necesitan cambiar rápido de objetivo porque de otra manera no
les interesa seguir esforzándose. A esto hay que agregar que los padres
nos sentimos culpables de no estar todo el tiempo que quisiéramos o
que deberíamos con ellos, por lo que los gratificamos en demasía.
Les estamos haciendo la vida demasiado fácil y, por si fuera
poco, el sistema social no nos ayuda en nada, todo es veloz, fácil y
aparentemente los mejores resultados se obtienen sin esfuerzo, no hay
para qué esperar si por una cómoda cuota puedo obtener el producto
que quiero, en Google puedo obtener la información que necesito. Por lo
que he dicho hasta aquí y por todo lo que rodea a esta generación, la he
llamado GENERACIÓN ON-OFF: todo lo prenden y todo lo apagan y
esperan que el mundo funcione igual. Esto genera que las relaciones
afectivas que establecen sean rápidas, intensas en todo sentido y
desechables como todo lo que les rodea.
Estas características podrían hacer pensar que tengo una visión
muy negativa de los adolescentes pero, la verdad, no es así; siento que
es una generación muy verdadera, pero confundida, sin ídolos o
modelos a quienes seguir. Sin embargo en realidad el problema no lo
tienen ellos sino que nosotros los adultos, ya que les hemos ido
entregando un mundo que ellos no quieren copiar.
Ellos no quieren crecer y lo dicen todo el tiempo. No quieren
copiar a una generación que, dicho por ellos mismos, no hace nada
importante, sólo cosas urgentes; que anda enojada todo el tiempo; que
olvidó los ideales; que trabaja todo el día y que no sabe por qué; los 72
adolescentes expresan que ellos jamás pidieron ese esfuerzo y que
sienten que ese cansancio y ese esfuerzo se los cobran sus padres todo
el día. Al leer esto lo que plantean, no dan ganas de parecerse a algo
así, ¿no es cierto? Por eso digo que el problema es nuestro, no de ellos.
A lo anterior debemos sumar el hecho de que los padres de estos
adolescentes recibieron el mensaje de que DEBÍAN SER AMIGOS DE SUS
HIJOS y esto se entendió, al parecer, como dejar de ser autoridad, no
colocar límites, sólo ser amigos, contar con su confianza. Aquí se
origina uno de los errores, a mi juicio, que ha llevado a muchos de los
problemas que hoy tienen los jóvenes: LA FALTA DE AUTORIDAD Y DE
LÍMITES. No sólo los niños, también los adolescentes necesitan reglas
claras, horarios y un encuadre que les permita distinguir los límites
sobre lo que deben o no deben hacer.
Como les conté al comenzar esta segunda parte, participé de una
gran cantidad de actividades de adolescentes, incluso me disfracé para
incursionar en el mundo "carretero" de la juventud, y fui como una más
a casi todas las discoteques de Viña del Mar, Valparaíso y Santiago.
Luego de observar y hacer los análisis correspondientes a mi
investigación, me dedicaba a transportar a estos niños a sus casas. Al
momento de trasladarlos pude comprobar que a los que llevaba, y no en
las mejores condiciones, eran los bacanes del grupo, aquellos en
quienes sus papas "confiaban" tanto que no era necesario ir por ellos.
Lo que resulta contradictorio es que estos mismos niños no sentían que
sus padres se preocuparan por ellos y manifestaban envidias por los
niños cuyos papas estaban parados afuera a la espera y desde
temprano. Seguramente estos niños se deben enojar con sus padres por
la insistencia, pero sin duda alguna en unos años más se lo
agradecerán. Urge perderle el miedo al conflicto, pues por evitarlo
estamos teniendo más y peores conflictos de los que deberíamos.
Evitar el conflicto responde a otro fenómeno cultural y masivo
que tiene que ver con la evitación del dolor: hacemos todo lo posible
para no sufrir o para que el sufrimiento sea lo más breve o leve posible;
por esto evitamos tocar temas complicados, evitamos sancionar, los
castigos raramente llegan al final y nuestra consecuencia frente a las
reglas deja mucho que desear.
Nos hemos ido retirando del frente que implica ser autoridad
para nuestros hijos, se nos olvidó ser autoridad. Se nos olvidó que como 73
padres nuestra función primordial es educar a nuestros hijos. Puedo y
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