Como padres estamos llamados a bendecir a
nuestros hijos. Hemos sido puestos para marcar las vidas y destinos de nuestros
hijos con una palabra de sanidad, de restauración, de perdón y de gracia.
Nuestra tarea va mucho más allá que trabajar, generar ingresos o fregar todo el
día. Nuestra tarea principal es bendecir a nuestros hijos. Tal y como hizo
Jacob que invirtió tiempo en bendecir a sus hijos. Sobre cada uno de ellos
declara palabras proféticas, sobre cada uno suelta una palabra que marcará sus
vidas y sus destinos.
Entiende que tu palabra los atraerá o los
espantará, tu palabra los edificará o los derrumbará, tu palabra los sanará y
liberará o los enfermará y atará a estructuras rígidas y neuróticas. Por lo
tanto, invierte tiempo en la presencia de Dios para recibir sus palabras
necesarias y poder bendecirlos. A continuación te presentamos algunos pasos que
te ayudarán en el camino de instruirlos correctamente:
1. Saca a tus hijos del círculo vicioso de sus
problemas.
Un hijo cargado de problemas tiene una visión
negativa y fatalista de la vida que lo empuja a enredarse en nuevos problemas.
Piensa en negativo, habla en negativo y ve todo mal. Ese hijo necesita que tú
le hables palabras de fe. Contágialo con palabras de fe, anímalo a hablar lo
que Dios habla y entonces aprenderá a pensar como Dios piensa. La visión de su
vida cambiará.
2. Ayúdalos a ver las cosas más claramente.
“No existe mejor manera de cambiar un problema
que ayudar a alguien a ver la solución” dijo John Maxwell. Los padres somos
generadores de solución, por lo tanto, siéntate con él, no para decirle lo que
tiene que hacer, sino para ayudarle a pensar alternativas y nuevas soluciones.
Preséntale opciones. Dale una palabra de sabiduría y revelación que le abra los
ojos y le ayude a ver claramente lo que aún no ve.
3. Dales un sueño que los movilice.
Miles de adolescentes y jóvenes están
esperando que alguien les infunda un sueño nuevo. Tú tienes palabras de Dios.
Abre los tesoros escondidos, revela los secretos guardados e imparte palabras
que despierten sueños, palabras que siembren nuevos desafíos, palabras que
traigan una nueva dirección y abran delante de ellos caminos nuevos. Fuiste
puesto para bendecir.
4. Ayúdalos a alcanzar su potencial.
Enfócate en sus posibilidades y aliéntalos a
superarse. Desafíalos a romper sus propios límites. Háblales palabras que los
sacudan y los saquen de la actitud de pasividad y comodidad. Destaca sus dones
y habilidades naturales. Muéstrales lo que hoy son en Cristo y lo que llegarán
a ser en Él.
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