Jesús se entregó voluntariamente a la voluntad del Padre.
Como resultado fue traicionado, acusado, golpeado y juzgado. Su sacrificio no
fue obligatorio, sino que fue el resultado de su valentía, deber y amor; lo que
lo llevó a probar la amarga copa que le hizo sangrar por cada poro.
Después que
Pilatos fue testigo del enorme sufrimiento y humillación de Jesús, e incluso
abogó en su defensa para que se le dejara libre, finalmente sucumbió a las
demandas de los judíos. Cuando lo entregó para que lo crucificaran, lo hizo con
las simples pero claras palabras: "¡He aquí el hombre!" (Juan 19:5).
Sí, Jesús es el hombre. Posee todas las características del hombre verdadero e
ideal. Sus caminos y no los de Satanás, conducen a la hombría. Cualquiera que
crea lo contrario ya está enredado en las cadenas del engaño de Satanás.
Todos debemos elegir entre el bien y el mal, entre los
caminos de Dios y los de Satanás. Cuando alguien empieza a fumar para probar
que es hombre, ¿hacia el terreno de cuál de ellos se va encaminando?
Cuando
alguien empieza a beber, a tomar drogas, a tener sexo, y a ser escandaloso y
grosero, ¿hacia el terreno de cuál de ellos se va encaminando? Se ha dicho que
muchos empiezan a fumar cuando son adolescentes para probar que son hombres y
tratan de dejar el cigarrillo a los 30 por la misma razón.
No hay hombría en
sucumbir ante Satanás. No hay hombría en ser derrotado por sus principios.
De modo que con estos antecedentes, permítanme darles mi
opinión sobre la verdadera hombría. Voy a limitarme a sólo dos observaciones
que en realidad podrían ser muchas más:
• Un verdadero hombre es lo suficientemente fuerte para
resistir las asechanzas de Satanás.
• Un verdadero hombre es lo suficientemente humilde para
someterse a los poderes redentores del Salvador.
Supongo que es natural para nosotros comparar la fuerza, el
machismo, y quizás incluso el comportamiento grosero y escandaloso con la
hombría. Sin embargo, los atributos de la verdadera hombría no son
necesariamente físicos.
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