Definitivamente la tarea de ser papás no es
fácil.
No sólo debemos preocuparnos
por la salud y el bienestar físico de
nuestros hijos, sino que además debemos hacer que crezcan emocionalmente sanos y felices. Como seres
humanos que apenas están conociendo el mundo, nuestros hijos van construyendo
su personalidad poco
a poco y nosotros, que ya la tenemos definida, somos quienes les damos un
ejemplo con nuestra conducta. La manera en que nos comportemos y los tratemos
influirá en su forma de ser.
El
vínculo padres- hijos hace que para ellos seamos un modelo a seguir, por lo que
“todo” lo que les digamos será determinante para ellos. Somos su espejo y ellos
creen todo lo que les decimos. Sin embargo, muchas veces no somos conscientes
de lo que decimos y es cuando repetimos palabras y frases que se graban en su
mente y van formando el concepto que tendrán de sobre ellos mismos.
A veces
pensamos que una simple palabra es inofensiva y que sirve para formar el
carácter y la disciplina de
nuestro hijo pero su poder es tal que, con decirlas una sola vez, podemos abrir
una herida profunda que se va a reflejar en una autoestima baja.
Las frases negativas producen sentimientos de
culpa, temor y odio del niño hacia sus padres, hermanos y ellos mismos.
Mientras que los halagos excesivos pueden hacer que el niño se sobre exija
inconscientemente, disminuyendo su tolerancia a la frustración, sobre todo
cuando entiende que no siempre era tan cierto lo que sus padres le decían.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios.